lunes, 6 de mayo de 2013

Destacan a la corvina como la nueva apuesta de la acuicultura en Chile

En Tongoy, Región de Coquimbo, se comienzan a dar los primeros pasos para una producción a escala de corvina, mediante técnicas parecidas a las de los salmones, que permitan pasar de las actuales 700 toneladas aproximadas que se pescan a lo largo de casi toda la costa chilena al año, a unas 5.000 toneladas en una década más. Para ello se está desarrollando tecnología inédita.

La corvina silvestre se distribuye desde Perú, donde es ampliamente usada en su gastronomía, hasta Puerto Montt, en el sur de Chile, “pero los niveles de desembarque en los últimos años han estado en disminución”, dice Marcela Ureta, jefa del programa de cultivo de corvina de la Fundación Chile. Se trata principalmente de pesca artesanal.
La corvina es la nueva apuesta acuícola chilena liderada por la Fundación Chile, la misma que impulsó la transferencia tecnológica de industrias exportadoras tan exitosas como la de los salmones. Se trata de un ambicioso programa cofinanciado por Innova Corfo que tiene varios subprogramas por un monto total aproximado de US$10,5 millón, que incluye engorde en balsas jaula (en el mar) y en estanques en tierra; genética y medio ambiente; nutrición y sanidad, entre otros.
“La idea del programa es probar distintas tecnologías para ver cuál es la más adecuada para el escalamiento de esta especie”, dice Marcela Ureta. Los subprogramas son ejecutados por universidades --de Tarapacá, Arturo Prat, Católica del Norte y Austral-- y por empresas del sector como ADL Diagnostics Chile y Ewos Chile.
Esta última empresa participa como proveedor del alimento de los peces, el que debe desarrollarse específicamente para esta especie. “Ewos es una compañía que invierte de manera considerable, consistente y permanente en investigación y desarrollo”, dice Constantino Siderakis, gerente comercial de Ewos Chile, quien destaca la importancia de diversificar la acuicultura. “Dado el gran potencial acuícola que tiene nuestro país, nuestro aporte puede ser de gran valor para nuevos emprendimientos sustentables en Chile”, dice.
No sólo en estos rincones del mundo gusta la corvina. La apuesta, que se enfoca principalmente al mercado de exportación, se prevé bastante segura, pues ya fue probada en el extranjero con mucho éxito antes de partir con el programa, a través de un estudio de mercado realizado por Infopesca. Se enviaron muestras de corvina fresca a París, Madrid, Tokio, Nueva York, Los Angeles, Miami, São Paulo y Rio de Janeiro. “El resultado fue bastante positivo en cuanto a la calidad del producto; en las encuestas respecto a símiles fue posicionado junto a las especies que tienen mejor precio”, dice la investigadora.
Así, el kilo de corvina podría venderse entre US$5 hasta US$13, dependiendo del mercado, del tamaño y tipo de cliente, estrategia de comercialización y negociación. Es un precio superior, por ejemplo, al del salmón, que hoy alcanza valores en torno a US$4,5 por kilo.
Lecciones aprendidas
El bajo precio es justamente uno de los factores que tienen más aproblemados hoy a los salmoneros, de ahí que surja la natural pregunta de cómo evitar que esto ocurra una vez alcanzada la madurez del escalamiento productivo de la corvina. “El mercado de los peces marinos a nivel mundial son volúmenes de mucho menor escala”, dice Ureta. Las proyecciones son una producción de 5.000 toneladas al año con la indutria en régimen. El año pasado la industria salmonera exportó 488.124 toneladas.
Pero no sólo el bajo precio ha afectado a la producción de salmón: los problemas sanitarios derivados de un mal manejo de la producción generaron una crisis sanitaria de cuyas consecuencias la industria aún no se recupera del todo. De ahí la importancia del subprograma sanitario del que está a cargo la empresa ADL Diagnostics.
La empresa está generando un estudio de línea base, “en el que se identifican los elementos esenciales que permiten prevenir y controlar las enfermedades en esta especie”, dice Patricio Bustos, gerente general de ADL Diagnostics. Para ello, deben identificar, estudiar y caracterizar todas las posibles enfermedades de esta especie en cautiverio.
La mayor dificultad para identificar estos agentes patógenos es que como nunca ha habido desarrollo de cultivo de corvina, se desconocen las enfermedades que pueden desarrollar en cautiverio, dice el ejecutivo y veterinario. Las enfermedades infecciosas cobran una importancia especial y para su control la empresa desarrollará vacunas y antibióticos, además de estrategias de manejo de prevención, dice.
Un aspecto crítico en materia sanitaria, explica Bustos, es el agua. Por ello, todo lo que la altere es  importante, de ahí que el hecho de que su escala productiva se instale en el norte tendrá un desafío especial con la minería y las centrales termoeléctricas de energía.
“Uno utiliza ciertas analogías como el caso de los salmones, que es donde más se sabe, pero acá, al ser peces marinos opera de una manera diferente”, dice.
Para Bustos, a diferencia de lo que se está haciendo con la corvina, el desarrollo de la industria del salmón no consideró al comienzo estudios de línea base que permitieran proyectar el tema de salud o escalarlo a un punto que tuviera suficiente importancia en la toma de decisiones estratégicas. La nueva acuicultura “tiene la gran ventaja de que recopila y toma la experiencia de los salmones y la vuelca de modo positivo”. Si bien la industria acuícola chilena ha tomado más conciencia desde el punto de vista sanitario, agrega Bustos, no es suficiente. “Se requiere un trabajo más fuerte del Estado, de la industria y de los centros de investigación”, dice.
Sobándose las manos
Las buenas perspectivas del proyecto ya han atraído el interés de empresas que quieren escalar la producción una vez que la tecnología esté lista y todas las dudas despejadas. Pesquera Friosur es una de ellas, y  participa en el proyecto desde que  éste postuló a los fondos de Innova Chile de Corfo.
Friosur posee una división acuícola que produce salmones y está interesada en la diversificación de sus negocios. “Parte del programa es invitar a algunas otras empresas que aún no hemos contactado porque recién estamos partiendo”, dice Ureta, quien agrega que se han acercado empresas peruanas interesadas porque la corvina es una especie muy cotizada en Perú.
Y cómo no va a ser buen negocio si después del estudio de mercado, hecho en 2010, “varios de los mayoristas que participaron nos han estado pidiendo productos y algunos de ellos con disponibilidad de recepción inmediata”, dice la investigadora de Fundación Chile. Esto porque en Europa el desarrollo del cultivo de la corvina es incipiente y ahora en el mercado internacional hay una situación de desabastecimiento de productos marinos por la sobreexplotación de muchas especies, explica.
Si bien la idea original son las exportaciones, tampoco se descarta que parte de la producción de cultivo vaya al mercado interno. “Esperamos que con el paso de los años sea mucho mayor, por la proliferación de los sushi bar, restaurantes peruanos y comida saludable”, dice Ureta. “Esa demanda habría que incorporarla en la evaluación económica y podría ampliar quizás un poco el tamaño de la industria”.
La inversión inicial para cultivar corvina no sería demasiado diferente a las de las empresas salmoneras. La idea es utilizar tecnología e insumos similares a los que ya se usan para el salmón, salvo en la fase de hatchery o incubación.
Sin cabos sueltos
Ahora se trabaja con el horizonte de producir, validar y estandarizar las tecnologías en tres años más, luego hacer algunas experiencias piloto, y esperamos los primeros escalamientos en unos seis o siete años más, dice Ureta.
Un elemento clave en el desarrollo es la genética. En el subprograma en esta área de la Universidad Católica del Norte están trabajando en la diversidad genética, pues si ella se pierde, al incrementarse la consanguinidad, los peces sobreviven menos y desarrollan malformaciones, crecen poco y en definitiva afectan la productividad con las consiguientes pérdidas económicas.
Con un mal manejo genético, también se hacen más susceptibles a enfermedades, pues las poblaciones se hacen resistentes a las mismas enfermedades, explica el investigador y académico de este programa Federico Winkler.
Este elemento es de vital importancia para los peces reproductores que traspasarán sus genes y para ello hay que cuidar cómo se hacen las cruzas. La fórmula que se usa en la industria salmonera no sirve, dice el experto, porque las corvinas no están acostumbradas a tanta manipulación como los salmones. Si se estresan pueden morir y la muerte de un reproductor es una pérdida económica importante, explica.
La primera tarea es establecer las relaciones de parentesco. Y para ello, se deben desarrollar pruebas de paternidad que permitan identificar y seleccionar a los mejores reproductores.
El plan es que las empresas que participen engorden a los primeros juveniles generados por este programa en las instalaciones de la Fundación Chile, “para que ellos puedan partir el escalamiento y después hacer la inversión en sus propias jaulas o piscinas”, dice Ureta.
Hasta el momento se ha descubierto que el mejor lugar de desarrollo de esta industria es desde la III Región hacia el norte, pues a temperaturas altas los peces alcanzan con más velocidad una mayor tasa de crecimiento. Además de la corvina, hoy en día existen desarrollos similares a este programa de palometa o dorado en el norte, y en el sur, de merluza y bacalao.
 Imágenes: Fundación Chile.

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